Recuerdo especialmente a una de mis primeras alumnas de reflexología, hace ya muchos años.
Llegó al curso porqué siempre optó por un abordaje distinto de la salud, que básicamente consistía en la prevención y los hábitos saludables. Era de esas personas que para los malestares menores del día a día, elegía la fitoterapia o la aromaterapia, antes que un analgésico o un antiinflamatorio químico. De profesión era maestra, era madre de dos niñas pequeñas y para ella resultó fascinante contar con la reflexología para cuidar de sus hijas en el día a día resolviendo situaciones como dolores de tripa, resfriados, otitis, bronquitis y otros malestares, de forma natural, indolora y sin químicos.